Había una vez, en un lugar no tan lejano, dos personas que
se enamoraron de una manera inevitable.
Ella era algo desconfiada por naturaleza. Le gustaba ser
brusca, muy infantil y sumamente competitiva.
Él en cambio, era demasiado simple, observador y siempre
ganaba cuando jugaban a las cartas.
Ella no
era de las que sonreía con facilidad.
Y él siempre se reía de su cara de fastidio.
Ellos juntos eran una bomba de tiempo.
Ella se
enfadaba hasta por su manera de caminar.
A él le fascinaba verla tropezar por lugares nivelados.
Nunca sabes cuando sucede el milagro.
A ella le daba miedo sentir.
Y él hubiese dado cualquier cosa
para que ella sintiera cuanto la quería.
A veces la chispa tan solo salta sin poderla detener
Ella era muy ruidosa, aunque ocultaba su dolor
detrás de este.
Él se quedaba en silencio, para
así no perder la risa de ella, que siempre era tan efímera.
Porque a veces, enamorarse es tan complicadamente divertido
Ella no quería enamorarse de él.
Y él siempre fue consciente de esa
barrera.
¿No es acaso más tentador así?
Ella no quería ser solo una más, a pesar de que
nunca lo dijo.
Él no encontraba como decirle,
con palabras simples, que ella era única desde el momento que la vislumbró,
perdida entre los parajes de su memoria.
¿No te parece que somos tan torpes?
Ella nunca supo como se enamoró de él, tan letal
como un relámpago, tan veloz como un destello de luz, tan incomprensible como
la matemática.
Él siempre supo cuando se
enamoró de ella, pero nunca quiso decirlo.
Destino, hilo, unión, casualidad… todas esas palabras me
recuerdan a nosotros.
Ella quiso librarse de ese amor, cual si fuera un
hechizo maligno. Pero a decir verdad, siempre que cerraba los ojos, recordaba
la primera vez que la besó.
Él nunca pudo olvidar el sabor
de los labios de ella. No supo si era porque los deseó demasiado por mucho o
tiempo… o sencillamente porque eran los de ella.
Y algo de esa risa tuya que tanto me gusta.
¿Te he dicho que me gustas mucho?
Eres hermosa.
Me encantas.
Amor mío, ¿acaso importa el orden? Te he escrito un trozo
desordenado, para que nuestro amor no tenga ni un principio ni un final. Lo que
sucede es que cada vez que te tengo cerca, mi mundo se desmorona, se rearma
otra vez, y vuelvo a rendirme ante el amor que te tengo… ese amor que tenemos.
Nunca soy muy buena cuando se trata de escribir sobre
nosotros. A veces me parece que se me acaban las palabras, sintagmas, lexemas,
sinónimos para poder definir una milésima parte, de lo feliz que soy contigo. Y
de que me parece maravilloso poder hacerte feliz a ti.
Mabel